“No son los objetos lo que debe llamar la atención, sino la
disposición de los colores y las formas sobre la superficie del cuadro, tal
cual las ve el pintor con sus ojos”.
Cézanne intentó conseguir una síntesis ideal de la representación
naturalista, la expresión personal y el orden pictórico. Manifestó un interés
progresivo en la representación de la vida contemporánea, pintando el mundo tal
como se presentaba ante sus ojos, sin preocuparse de idealizaciones temáticas o
afectación en el estilo. Luchó por desarrollar una observación auténtica del
mundo visible a través del método más exacto de representarlo en pintura que
podía encontrar. Con este fin, ordenaba estructuralmente todo lo que veía en
formas simples y planos de color. Su afirmación «Quiero hacer del
impresionismo algo sólido y perdurable como el arte de los museos».
Cézanne se esforzó por
comprender y reflejar la complejidad de la percepción visual humana. Quería
ofrecer una visión auténtica de la realidad, y para ello observa los objetos
desde distintos puntos de vista, lo que le lleva a representarlos desde
perspectivas diferentes simultáneamente. La obra de madurez de Cézanne muestra
el desarrollo de un estilo de pintura solificado, casi arquitectónico. La
intensidad de sus colores, unida al aparente rigor de la estructura
compositiva, indican que, a pesar de la frecuente desesperación del propio
artista, había sintetizado los elementos básicos de representación y
expresividad de la pintura de un modo muy personal.
Estaba interesado en la
simplificación de las formas mentales que ocurrían naturalmente a sus esencia geométrica:
Todo en la naturaleza se modela según la esfera, el cono, el cilindro. Hay que aprender a pintar sobre la base de estas figuras simples; después se podrá hacer todo lo que se quiera.
Cézanne, 1904.